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Fuego eterno en la Capilla del Hombre. |
Cuando me recomendaron visitar la Capilla del Hombre en Quito, pensé en una iglesia. Nada más lejos: este espacio, ideado por Guayasamín, es un poderoso homenaje artístico a la humanidad, a los pueblos de América Latina y a la historia del continente. Aquí te cuento mi experiencia visitando este lugar único.
Un lugar que no es lo que imaginas
Cuando me sugirieron varios lectores con tanta insistencia que visitara la Capilla del Hombre en Quito, supe que se trataba de un lugar interesante, pero debo admitir que a mi mente llegaban imágenes de una iglesia... vaya error en el que estaba yo.
“La Capilla del Hombre se aleja de lo religioso. Será un centro de recogimiento, un sitio donde se pueda meditar sobre la trayectoria de la humanidad en este continente, desde hace milenios hasta nuestros días”. — Oswaldo Guayasamín
¿Quién fue Oswaldo Guayasamín?
Guayasamín fue uno de los artistas más importantes que ha dado Ecuador al mundo. ¿Alguna vez escuchaste la canción Todas las voces todas? ¿O quizá Vasija de barro? Si eres de la época fuerte de la trova, seguramente las conoces. Ambas están muy vinculadas al maestro Guayasamín, aunque él era dibujante, escultor, pintor y muralista, no músico ni cantante.
Nació en una familia con un padre indígena que jamás lo apoyó y una madre mestiza que fue su total soporte. Muy joven encontró su gusto por las artes gráficas y logró destacar a nivel mundial.
La Capilla del Hombre: su legado más íntimo
Entre sus múltiples logros, hay uno que marcó los últimos años de su vida: la Capilla del Hombre. Un proyecto que no logró ver concluido, pero que hoy representa una de las obras más profundas y conmovedoras de su carrera.
Llegué esperando ver una iglesia y me encontré con las historias de un hombre impresionante, con la obra de un gran artista, con un espacio que rinde homenaje al ser humano y con una parte importante de la historia de un país llamado Ecuador.
Un espacio para la memoria colectiva
La Capilla del Hombre fue construida por iniciativa del propio Guayasamín, quien deseaba un sitio donde resguardar su obra dispersa por el mundo y rendir homenaje al ser humano, a los pueblos latinoamericanos y a su gente. Aunque se llama “capilla”, no tiene ningún vínculo religioso.
El edificio, imponente y de techos altos, se construyó con el apoyo económico del propio artista y de varios países como Ecuador, Chile, Bolivia y Venezuela. También recibió aportes de artistas que donaron obras y organizaron eventos para recaudar fondos, como el festival “Todas las voces todas” en 1996.
Un recorrido lleno de simbolismo
El edificio fue supervisado por el propio Guayasamín y construido con madera, piedra volcánica y arcilla. En la planta principal se exhiben obras de gran formato como El Mestizaje. Aunque no logró ver terminada la cúpula, esta sigue siendo una parte fundamental de la obra.
En la planta subterránea se encuentra el Fuego Eterno, rodeado de cuadros y esculturas que representan a diversos pueblos, no sólo de América Latina. Cada paso provoca un sentimiento distinto; es un lugar que no te deja indiferente.
La casa, el estudio y el Árbol de la Vida
También visité su casa y su estudio, fundamentales para conocer más al hombre detrás del artista. En esos muros conversaron figuras como Mercedes Sosa, Paco de Lucía, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez y hasta se dice que Fidel Castro celebró allí un cumpleaños.
En el jardín está el Árbol de la Vida, bajo el cual reposan las cenizas de Guayasamín, enterradas en una “vasija de barro”, tal como lo pidió.
El origen de Vasija de barro
Se dice que durante una reunión en casa de Guayasamín, surgió casi por accidente la canción Vasija de barro. Oswaldo explicó que los incas enterraban a sus familiares en vasijas junto con alimentos. Jorge Carrera Andrade, impactado, escribió una estrofa en una contratapa:
"Yo quiero que a mí me entierren
como a mis antepasados
en el vientre oscuro y fresco
de una vasija de barro."
Luego se sumaron Hugo Alemán, Jaime Valencia, Jorge Enrique Adoum y Gonzalo Benítez, quien le puso música. Y así nació otra obra que, como la Capilla del Hombre, sigue tocando fibras profundas.