Historias de aeropuertos: despedidas y reencuentros

Historias de aeropuertos
Aeropuertos y despedidas.

Los aeropuertos son escenarios donde se cruzan emociones intensas: abrazos que cierran ciclos, despedidas que duelen y reencuentros que sanan. En cada viaje, me convierto en espectadora de historias entrañables que reflejan lo que realmente importa: el amor, la familia y los afectos que nos sostienen. Aquí comparto algunas escenas que me han tocado el alma, incluida la más personal de todas: la vez que despedí a mi hija.

Escenas de vida en los aeropuertos

Cuando viajo, lo que ocurre muy frecuentemente, siempre hay tiempo para observar. Gente va y viene, unos se despiden y otros se reencuentran… En los aeropuertos hay de todo, y eso los convierte en los lugares más felices y más tristes del mundo, al igual que los hospitales.

Mientras espero en el aeropuerto, a mi alrededor...

...una mujer madura peina cariñosamente el cabello de su madre, que está en silla de ruedas. Le habla sin parar en voz baja, y aunque la anciana parece escuchar poco, se ve tranquila. Está junto a alguien que la cuida, la protege. Una de las imágenes más sencillas y dulces que haya visto jamás.

...un pequeño de unos 3 años va feliz en el avión, preguntando mil cosas. Sé que viene de lejos a conocer por fin a sus abuelos. Al llegar, baja con mesura. A lo lejos, una pareja lo espera. La mujer llora de alegría y se deja caer para abrazarlo. ¿Cuánto tiempo habrá soñado con ese abrazo?

...una madre abraza fuerte a su hija. Luego la suelta con los brazos abiertos como diciéndole: "anda, ve… vuela". La acompaña hasta la entrada, la joven gira la cabeza y envía su adiós. La madre, entonces, se quiebra. Allá va una chica a luchar por su futuro; acá se queda una madre orgullosa y rota por dentro.

...una niñita de 4 años regresa de su primer viaje al extranjero. Un pequeño de 6 años la espera con ansiedad. Apenas la ve, corre sin importarle nada y la abraza. Son primos, no hermanos, pero se quieren con todo el corazón.

Yo, la que parte

He visto gente llorar, suspirar, sonreír, con flores y regalos esperando a un ser querido. Muchas veces, yo he sido la que se va, sola o acompañada. Aunque a veces me invade la nostalgia, estar del lado de quien parte es también un privilegio.

Sé que un día me tocará despedir a mi hija cuando ella parta en busca de su nueva vida. No sé cómo reaccionaré, pero me sostendrá el pensar que después estaré del otro lado, con un ramo de flores quizá… esperándola.

Y ese día llegó

Una noche de verano despedí a mi hija en el aeropuerto. Me mantuve entera (o casi) hasta el último momento. Le dije: “anda, ve... camina y no voltees”. No sabía si podría sostenerme al verla entrar a la terminal.

Pero lo hizo. Un paso antes, giró la cabeza y me envió un beso. Lo regresé, sonreí… y cuando la puerta se cerró, solté el llanto. Allá iba mi niña, a vivir su primera travesía en solitario. La volvería a abrazar meses después.

La distancia enseña

La primera semana fue larga. Aprendí a contener la frase “te extraño” y a hablar con ella con actitud positiva. Quería que su estancia de estudios en Canadá fuera inolvidable.

El tiempo pasó. El día de su regreso fue el más feliz de ese año. Después volvió a irse, y aunque ha sido difícil, ninguna partida dolió tanto como aquella primera vez.