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Cuando pienso en lo que he viajado, también me llega a la mente lo que he sido capaz de hacer con tal de hacer el viaje anhelado, y créanme que todos y cada uno de los esfuerzos realizados han valido la pena. 


¿Cuándo comencé a viajar?


Y es por eso que hoy comparto alguna de esas locuras. Cuando era joven y sin hija la verdad es que poco me importaba quedarme sin dinero, pero ahora nunca he puesto en riesgo mi patrimonio o el dinero con el que se cubrirá el gasto familiar.

* En una ocasión, con muy poco dinero un primo y yo nos fuimos a Acapulco en el autobús más barato que encontramos y literalmente íbamos entre gallinas, frutas y legumbres. Hicimos todas las horas del mundo pues se paraba en cuanto pueblo había por el camino. Recuerdo que salimos de mañana y llegamos de noche a Acapulco con un hambre de locos; y para colmo le dijimos al chofer que nos bajara en un lugar, en el que según nosotros nos quedaba más cerca nuestro hospedaje que sería con unos conocidos y resultó que estábamos lejísimos.

* En mis años de estudiante alborotaba a los amigos para salir de viaje, entonces vendíamos pasteles, tacos o lo que fuera necesario en los descansos escolares con tal de juntar el dinero necesario para salir. Y confieso que la que comenzaba siempre con el alboroto de la salida era yo.

* Antes de mi primer viaje al extranjero, allá por 1993, estudiaba por las mañanas y trabajaba por las tardes, tenía apenas hora y media libre entre la escuela y el trabajo, así que solía comer en un restaurante económico del centro, pero para ahorrar más suspendí las idas al restaurante y entonces pasé dos meses comiendo todos los días un sándwich, fruta y un agua de la Michoacana (es que no me gusta el refresco jajaja).

* En mis años mozos fumaba, pero cuando otro viaje se acercaba hice la cuenta de cuánto gastaba en cigarros, entonces decidí que no compraría ni uno más hasta mi regreso. Como de pronto las ansias me ganaban, entonces me hice amiga de todos los que fumaban en el trabajo y les gorreaba el cigarro diario. Claro, como soy bien comprensiva los iba campechaneando para no quitarle al mismo dos días seguidos, por ejemplo.

* En otro viaje en el que iría a Inglaterra hice infinidad de horas para llegar a Londres pues la opción más barata era así: ir en autobús hasta la Ciudad de México, tomar un vuelo a Nueva York esperar ahí 5 horas, luego partir hacia Reikiavik, y de ahí a Londres. El trayecto desde mi ciudad hasta Reikiavik me tomó como 24 horas, pero como recompensa conocí esa ciudad maravillosa a la que tal vez nunca habría ido de no ser de esta forma. Luego de tres días, tomé el vuelo hacia Londres.

* Muchas veces me he tenido que quedar con las ganas de comprarme alguna prenda, ya que prefiero ahorrar para viajar. Entonces, muerdo el rebozo y me volteo hacia otro lado para no ver lo que estoy dejando.

* Limitar nuestras salidas a cenar y comer, además de que las tardes de shopping en León quedan totalmente descartadas desde meses antes de un viaje, son algunas de las cosas que hacemos en familia, pero todos estamos de acuerdo.

En fin, que hay algunas otras historias que tal vez en otra ocasión les pueda contar.