Viajar para sanar el alma y cerrar ciclos emocionales

Plaza de las Tres Centurias, Aguascalientes
Plaza de las Tres Centurias, Aguascalientes.


Viajar también puede ser una forma de sanar. Un regreso a Aguascalientes se convirtió en un viaje emocional para cerrar ciclos, reconciliarme con mi pasado y reencontrarme con mis raíces desde una nueva perspectiva de vida.

Un viaje para sanar el alma

Hay viajes para romancear, divertirse, aprender, disfrutar y muchos más, pero ¿qué hay de esos viajes que nos permiten sanar el interior, el alma, los recuerdos? ¿Qué destino o resort ofrece ese servicio? Porque seguro muchos querríamos ir. Yo realicé un viaje para sanar y no necesité ir muy lejos. Fue una escapada para reconciliarme con mi pasado y cerrar un ciclo que dejé en compás de espera. La experiencia me hizo muy bien.

Aguascalientes: volver a donde todo comenzó

Crecí en Aguascalientes y todo estuvo bien hasta que la conservadora forma de vivir de la ciudad me agobió. Mis amigas estaban todas casadas poco después de los 20 años, y yo no quería eso para mí. Esperaba ser autosuficiente, independiente, viajar… ser feliz a mi manera.

Un día de 1991 arranqué mis raíces para cambiar de ciudad. Empaqué un poco de ropa, algunos recuerdos y muchos sueños. Tomé mi maleta y caminé sin voltear atrás. Directo hacia una nueva vida que me diera lo que buscaba. Sabía que si giraba la cabeza y alcanzaba a ver mi ventana, no tendría el valor de irme.

En aquel entonces, me dejé claro que no huía, simplemente buscaba una forma de vivir a mi gusto. Pero nunca me despedí. No cerré el ciclo de varios asuntos personales, porque seguía visitando la ciudad como alguien que deja y no deja un lugar. El tiempo pasó y un suceso triste me hizo parar las visitas a esa ciudad por completo.

Por varios años pospuse mi regreso. Que era indispensable para cerrar los ciclos, tomar esos trocitos de raíz que dejé allá y traerlos conmigo a donde vivo ahora, donde tengo mi familia y mi vida. Lo confieso, el valor me falló varias veces, pero en 2013 me decidí a hacerlo por fin.

Regresé a Aguascalientes, visité las calles de mi infancia y juventud. Vi a mis antiguos amigos y me di cuenta de que aún me recuerdan con cariño. Reí, recordé, también lloré. Cerré esos ciclos pendientes y finalmente… me despedí para siempre de esa tierra que ya no me pertenece.

Luego de eso he podido volver, pero como la viajera o turista que soy, porque mis raíces ahora están completas acá, en Guanajuato.

Por cierto, los sueños los cumplí; los recuerdos siguen intactos; y la ropa… la dejé de usar porque pasó de moda.