hotel de miedo

Esto que les cuento lo viví hace bastante tiempo y por alguna razón, cada Halloween se me olvidaba escribir el post. Aquí les va mi experiencia de una noche que no fue ni en octubre siquiera, pero que me hizo pasar el mayor miedo en mi vida, aunque ahora lo recuerdo con muchas risas. 

Era un roadtrip por el sur de México (no mencionaré ciudad ni nombre del hotel por si acaso aún existe). En el auto íbamos 5 personas, dos parejas y yo que para entonces era una simple forever alone.

La lluvia nos acompañó por mucho rato en una carretera que estaba en muy malas condiciones y decidimos que buscaríamos un lugar para pasar la noche. Preguntando llegamos hasta un hotel que había sido una hacienda.

Pronto nos recibió un joven y nos dijo que sí tenía habitaciones disponibles. Otro joven bajó las maletas y las llevaría por nosotros mientras el anfitrión nos mostraba el lugar.

Nos guió hasta una enorme sala, luego un comedor y más allá una sala de juegos, todo con muebles viejos que aún guardaban un buen estado. Mientras caminaba iba encendiendo y apagando luces, así que cuando pasábamos de una cuarto al otro, el anterior se quedaba en penumbras y mejor no voltear. 

Salimos al patio, la lluvia seguía pegando fuerte y a lo lejos se veía una capilla; con gran orgullo el joven nos llevó hasta allá para que viéramos “los tesoros” del lugar. Entramos, era una gran colección de arte sacro y para entonces yo no estaba del todo cómoda, pero me apenaba un poco hacer evidente mi miedo.

Regresamos andando, se trataba de una enorme hacienda con todas las puertas hacia el patio central, ahí me di cuenta que el hotel tenía mucho más que tres habitaciones disponibles. 

Caminamos por el pasillo hasta llegar a tres entradas, entonces el joven nos dijo a cada cual en su turno “esta es su habitación”; la primera tenía una cama matrimonial y la tercera, dos camas individuales. La de en medio era la mía y apenas la vi, un extraño escalofrío recorrió mi espalda porque era una cama tamaño queen, de latón y vestida de blanco por completo, incluso un velo la cubría desde lo alto. 

Luego fuimos a comer-cenar y las horas pasaron. Cuando llegó la hora de dormir yo estaba mucho más relajada, pero recién cerré la puerta de mi habitación comenzó la peor noche de miedo en un hotel de mi VIDA!

Observé la habitación y había un gran ropero de madera, un baúl, un mueble y dos mesitas de noche, las paredes eran blancas al igual que la cama que estaba en el centro. Caminé un poco, tomé mi maleta y la coloqué sobre el baúl para sacar mi pijama. Vi en el muro del fondo la vieja puerta de madera hacia el baño y algunos cuadros: un Cristo en la cruz y al lado, la Virgen con Cristo ensangrentado en los brazos. 

Entré al baño, encendí la luz, apenas me di vuelta, se apagó… pinche susto!!! Todo tiene una explicación y el encendedor era muy sensible, así que había que apretar muy bien, pero decidí mejor hacer todo… TODO, sin despegar un dedo de ahí. 

Salí del baño y obvio, la puerta hacía todo el ruido raro imaginable; entonces vi que en la mesita de noche había dos velas y una cajita de cerillos “Chin, se va la luz!”, fue lo primero que pensé.

Lo mejor sería dormirme lo más pronto posible. Recorrí el velo hacia una esquina porque me hacía sentir mal, mal!! Y subí a la cama… vaya rechinidos ante el más mínimo de mis movimientos.

Afuera, la lluvia se intensificó y con ella, los rayos y relámpagos comenzaron, los que lograba ver por el tragaluz del techo y las rendijas de la vieja puerta de madera.

Apagué la luz y una gota comenzó a caer sobre el tragaluz: “toc… toc… toc… toc…”; unos segundos después, un sancudo “bzzzz…. bzzz…” Encendí la luz y muy decidida iba para afuera, pero eché un ojo por una de las rendijas y créanme que el panorama, con la capilla y un pozo a lo lejos entre lluvia, rayos y relámpagos, no eran de lo más alentador. 

Sin televisión, con tormenta y mucho miedo, un libro fue mi compañía quesque para que me ganara el sueño, el que nunca llegó.

Pasaron las horas, vi parar la lluvia, salir el Sol, me metí a bañar y dejé la habitación lo más pronto posible. Cuando los demás salieron yo estaba más que lista para partir. Obvio, fui la comidilla del resto del viaje por miedosa y ahora créanme que me da mucha risa recordarlo pero en aquél momento no fue para nada agradable.

Luego, la gente de la zona nos contó que en ese hotel pasaba de todo y que muchos salían muy asustados de ahí. Sinceramente yo no vi nada extraño y soy conciente de que todo fue más sugestión que otra cosa, aunque curiosamente en un momento alguien comentó "en el cuarto de la cama de latón? Ah, si quien sabe quién se murió ahí!". Santa Madre!! Haberlo sabido antes duermo bajo la lluvia.