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Melancólicos bosques, impresionante arquitectura, ríos, castillos, puentes, iglesias, monasterios... República Checa te invita a seguir y seguir conociéndola a cada paso. En 2013 tuve la oportunidad de ir por primera vez y me gustó tanto que me propuse regresar, pero acompañada por mi hija para que conociera tan maravilloso país, no me equivoqué porque también quedó fascinada.

Nuestro viaje comenzó en Madrid, que fue el punto de entrada a Europa. Desde la capital española volamos a Praga con Czech Airlines, en un vuelo que dura aproximadamente 3 horas y que costó menos de 2 mil pesos por persona. 

Nuestro recorrido de una semana por República Checa nos llevó por Praga, la maravillosa capital del país. Esa ciudad es la joya de Bohemia, que es el nombre de la región donde está ubicada.

La "ciudad de las 100 torres", como se le suele llamar a Praga, se puede recorrer fácilmente a pié, pero es algo cansado porque sus caprichosos y laberinticos caminos te llevan por altas y bajas, por empedrados y escalones. Ahí pasamos varios días disfrutando de una mañana completa visitando el Castillo de Praga, la Catedral de San Vito y sus alrededores. Conocimos parques y jardines, subimos al monte Petřín y desde allá contemplamos la ciudad. Entendí que Praga no es sólo para enamorados, pues tiene mucho que ofrecer a familias con niños y adolescentes también.


Luego fuimos a Brno en autobús y así comprendí que República Checa es un país fácil de comprender y recorrer. El castillo, el osario, su centro, el Ayuntamiento, las iglesias de Brno y obra maestra del arquitecto alemán Ludwig Mies van der Rohe, la Villa Tugendhat son dignas de dedicarles al menos un par de días. Contrastante con Praga donde hay los ríos de visitantes, en esta ciudad ubicada en la región de Moravia y que es la segunda más importante del país, el ambiente es mucho más tranquilo. 

Muy cerca de Brno se pueden visitar Lednice y su hermosos castillo; y Mikulov, un pequeño y pintoresco pueblo colmado de interesantes rincones, con un castillo lleno de sorpresas y vistas de ensueño.



Luego, volví y mostré a mi hija Český Krumlov, ciudad Patrimonio de la Humanidad que te traslada a los tiempos medievales con esas casas, su enorme castillo, calles y costumbres. Su monasterio fue un bello descubrimiento. Paseamos por todas y cada una de sus calles y disfrutamos cada paso como quien saborea un delicioso dulce. 

Después regresamos a Praga, tres días más porque creanme que no hay tiempo que alcance para conocer tanta belleza. Entonces visitamos las sinagogas, subimos a las torres de la ciudad e hicimos un tour gastronómico con Eating Prague Tours donde conocimos los sabores y secretos de los platillos más tradicionales de la República Checa

De todo esto les iré contando poco a poco con fotos y videos, en este espacio y en mi canal de youtube. Aquí comienza la historia de un viaje madre-hija que queda en nuestros recuerdos con grandes momentos, que nos saca sonrisas y nos deja la nostalgia de algún día regresar.